“Pero qué bonito y sabroso bailan el mambo los mexicanos”, especialmente los laguneros. Y no sólo el mambo, sino también el danzón, la cumbia, el rock and roll y el swing.
Esto viene a relucir ya que todos los domingos en la plaza de armas de Torreón, hacen cita cientos de laguneros –en su mayoría de la tercera edad-, con sus mejores ropas, peinados y zapatos para gastar la suela contra el piso.La música de orquesta, la manera de moverse y la vestimenta de los alegóricos bailarines, automáticamente remontan el pensamiento a los salones y casinos de baile de hace algunas décadas; a películas del genial Tin tan y por qué no, hasta a las de ficheras.
Es sumamente admirable que ante la mirada alegre de los espectadores –entre los cuales me encuentro algunas veces-, las personas contoneen su cuerpo al ritmo de la música de una manera sumamente impresionante, con un porte y elegancia que engalana el menor de los movimientos rítmicos.
Por hoy me despido recomendando la visita al centro de Torreón en un domingo por la tarde. No nos arrepentiremos. Deleitémonos con los bellos edificios de la Juárez, Cepeda y Morelos; vayamos a comer un duro de harina con salsa casera; a tomarnos un agua célis; y, claro, a poner nuestra mente a andar –y nuestros pies también- con todos aquellos que mantienen la ciudad llena de vida.
Texto: Jesús Cáñez.
Fotografía: Esly Cáñez.
Esto viene a relucir ya que todos los domingos en la plaza de armas de Torreón, hacen cita cientos de laguneros –en su mayoría de la tercera edad-, con sus mejores ropas, peinados y zapatos para gastar la suela contra el piso.La música de orquesta, la manera de moverse y la vestimenta de los alegóricos bailarines, automáticamente remontan el pensamiento a los salones y casinos de baile de hace algunas décadas; a películas del genial Tin tan y por qué no, hasta a las de ficheras.
Es sumamente admirable que ante la mirada alegre de los espectadores –entre los cuales me encuentro algunas veces-, las personas contoneen su cuerpo al ritmo de la música de una manera sumamente impresionante, con un porte y elegancia que engalana el menor de los movimientos rítmicos.
Por hoy me despido recomendando la visita al centro de Torreón en un domingo por la tarde. No nos arrepentiremos. Deleitémonos con los bellos edificios de la Juárez, Cepeda y Morelos; vayamos a comer un duro de harina con salsa casera; a tomarnos un agua célis; y, claro, a poner nuestra mente a andar –y nuestros pies también- con todos aquellos que mantienen la ciudad llena de vida.
Texto: Jesús Cáñez.
Fotografía: Esly Cáñez.